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Notas de opinión

Mundo digital y escenarios de futuro de la educación

Ayer, 23 de noviembre de 2011, tuve la satisfacción de participar en la XXVI Semana Monográfica de la Educación organizada por la Fundación Santillana con el título “La Educación en la Sociedad Digital” en su sede corporativa de Madrid. Fue muy agradable estar de nuevo en la misma sala en que tuvieron lugar varios “Seminarios de Primavera” de los que guardo un excelente recuerdo (en uno de ellos descubrí a Tom Bentley) y compartir la mesa con D. Emiliano Martínez, presidente del Grupo Santillana, el Sr. Lluís Font, secretario de Políticas Educativas del Departament d’Ensenyament de la Generalitat de Catalunya, la directora y la coordinadora de Bachillerato del instituto Guillem Catà de Manresa y el delegado de Pedagogía e Innovación de La Salle Catalunya y profesores del colegio La Salle Mollerussa. Lo que sigue a partir de aquí es el relato de mi intervención.

 

El objetivo de mi ponencia, titulada “La educación entre su presente y su futuro: la contribución del mundo digital” y desarrollada en el marco de una sesión de la Semana dedicada específicamente a Catalunya, era hacer algunas reflexiones “con las luces largas” sobre la educación y los posibles papeles que en ella puedan jugar las tecnologías digitales en futuro en un medio plazo, expresamente indeterminado en términos de tiempo y lugar, aunque en el contexto implícito de un sistema educativo "occidental".

Me explico. Todos sabemos que el futuro no está escrito, que no lo conocemos ni podemos conocer, que no se puede visualizar con claridad ni mucho menos predecir. Podríamos decir que es un asunto “oscuro”. En la conducción día a día de los asuntos humanos (y en particular de los educativos) solemos conducir con las luces cortas, estamos atentos al objetivo próximo y al obstáculo imprevisto, al detalle y la circunstancia, al riesgo y la oportunidad concretas. Nuestra principal ocupación se focaliza en avanzar manteniendo el control de nuestro vehículo en un entorno cambiante e incierto que exige una atención constante. De todos modos, manejarnos con las luces cortas no elimina la necesidad (o al menos la conveniencia) de poner las luces largas de vez en cuando para vislumbrar la dirección en que nos movemos, para hacernos una idea de lo que puede haber más allá de lo inmediato, para comprobar si vamos por el camino deseado. Evidentemente no podemos hacer toda la ruta sólo con las luces largas. La gestión de los asuntos de la vida cotidiana exige una potente iluminación de proximidad. Pienso que esta modesta metáfora automovilística es aplicable al mundo educativo.

Dado que el futuro se construye a partir del hoy, parece del todo lógico empezar mencionando el presente de la educación. Casi todos los días podemos ver lo fácil que es criticar al sistema educativo y decir a los profesores y a los administradores lo que deberían hacer e incluso cómo deberían hacerlo. Es por ello que antes de proseguir con especulaciones sobre futuros hipotéticos, quiero señalar que el sistema educativo es un sistema estable y que funciona ─lo que no es poco en estos tiempos─ proporcionando un servicio de interés público de gran demanda y de alto valor añadido, aunque tenga limitaciones. El sistema educativo es una de las grandes realizaciones del siglo XX, es un patrimonio de inconmensurable valor que hay que preservar y potenciar.

Una posible manera de hacerlo sería procurar que se mantuviera no sólo estable (lo que me parece irrenunciable), sino lo más estático posible. Sin embargo, como dice el prospectivista Jordi Serra, el futuro menos probable es aquél en que nada cambia. De manera que parece razonable otear posibles horizontes para luego optar por los que puedan ser mejores de acuerdo con nuestras convicciones y valores.

Dado que acostumbra a ser difícil pensar en las cosas excepto en la manera en que siempre lo hemos hecho (cosa que no ayuda demasiado a resolver los problemas y raramente permite mejorar) es conveniente emplear instrumentos de prospección y uno de ellos es el de los escenarios. Sin pretender entrar en definiciones, señalemos que los escenarios se pueden ver como descripciones exploratorias coherentes de hipotéticos futuros alternativos, que recogen perspectivas del pasado y del presente y las proyectan en el futuro, ayudando a comprender lo diferente que este puede llegar a ser. Incluso pueden ayudar a formular opciones y a orientar la acción. De todos modos, los escenarios no son predicciones, no son propuestas de políticas o estrategias: son sólo visiones de futuro que cumplirán con su cometido si son divergentes, retadoras y relevantes. Insisto en que formular escenarios no predetermina nada. Precisamente, en el diario El País del mismo día de la charla, Brian David Johnson, futurólogo de la empresa Intel, decía que su trabajo consiste en crear visiones de futuro, “pero predecirlo es inútil”.

Seguidamente comentaré algunos planteamientos alternativos presentados en forma de escenarios, pensando en que pueden ayudar a comprender o a situar la contribución del mundo digital a la educación a largo plazo. A esto vamos, pero señalemos antes que las concepciones, situaciones y factores que afectan a la sociedad incorporadas en los escenarios son al menos tan condicionantes del futuro como las propias funcionalidades y propiedades de la tecnología. Para ello me baso en un trabajo realizado bajo los auspicios de la OCDE en la década pasada, generalmente conocido como “The Schooling for Tomorrow Scenarios” o “Scenarios for the Future of Schooling” que dió lugar al espléndido libro “Think Scenarios, Rethink Education” (OECD – CERI, 2006).

Me tomo la licencia de reducir y compactar en tres los seis escenarios planteados por la OCDE. Además de no querer alargarme, corriendo el riesgo de convertir esta breve ponencia en una lección, lo que no hace al caso, incluso creo que el hecho de agrupar y simplificar puede facilitar a visualizar la relación entre TIC y escenario educativo. En cualquier caso el material original es fácilmente accesible para la lectora o el lector interesado y a el me remito.

Un primer escenario sería el de una cierta desescolarización, lo que no debe entenderse como el fin de la escuela ni como homeschooling. La idea de este escenario es que la evolución de la sociedad lleva a que sistemas educativos fuertemente institucionalizados den paso a sistemas más diversificados, en parte privatizados, comunitarios e incluso informales, con centros educativos que ofrecen múltiples alternativas de aprendizaje para responder de manera eficiente a demandas específicas. El paso de uniformidad a diversidad se obtiene mediante la incorporación de nuevos agentes en el “mercado educativo”, que compiten y aportan variedad, tal como parece que ocurre actualmente en el Reino Unido. De alguna manera ello abriría el campo educativo a opciones que pueden generar fuertes dosis de dinamismo e innovación pero que a su vez presentan amplios riesgos en cuanto a exclusión y falta de equidad. En este escenario, los fuertes liderazgos internos propios de centros educativos con agenda competitiva son decisivos a la hora de establecer la intensidad y los usos de las TIC. Posiblemente predominarían los usos que convierten las TIC en instrumentos para conseguir altos resultados de acuerdo con los sistemas establecidos de evaluación o de rendición de cuentas, como por ejemplo conseguir buenas posiciones en los ránkings públicos de centros escolares. Las TIC también se ponen al servicio de “la satisfacción de los clientes”, usualmente los padres que han optado por los centros de acuerdo con sus convicciones, intereses o posibilidades.

Un segundo escenario (resumido, insisto) sería el llamado del "status quo" o burocrático. En él, ante presiones sociales múltiples y contradictorias, los centros educativos, poco eficientes a la hora de gestionar la complejidad, se atienden a lo establecido, se repliegan en sí mismos y continuan trabajando “como siempre”, obedeciendo como máximo a intervenciones “top-down”. De alguna manera este escenario se caracteriza por ciertos impulsos auto-protectivos de los profesionales, lo que puede ir en la línea de inspirarse en un pasado idealizado o en la priorización de sus propios intereses. En este marco las tecnologías digitales tienen escaso impacto en la renovación de la organización y en las competencias y la evaluación del alumnado. Las TIC se conciben ante todo como instrumentos del profesorado, para reforzar la didáctica, y como herramientas de los alumnos (trabajos, buscar información) pero el examen es tradicional o en todo caso las TIC se emplean para aplicar pruebas. Los profesores se plantean el uso de las TIC como un ámbito de opcionalidad y el émfasis recae en la formación individual del profesorado.

En este escenario el uso de las TIC puede crecer en volumen, pero no se debería descartar la posibilidad de un cierto retroceso (tal vez pequeño, tal vez muy substancial) de las TIC del panorama pedagógico por asuntos como dificultades técnicas, conflictos con el status quo organizativo y del profesorado, descrédito inducido por los medios de comunicación al correlacionar TIC con ciertos tipos de resultados (o la falta de los mismos), y, como no, por dificultades en la financiación de la educación. Incluso cabe pensar que estas opciones pudieran ser encuadradas bajo la etiqueta “realismo”.

El último escenario “compactado” que les presento ─al tiempo que confieso que es el que yo personalmente prefiero─ es el llamado “reescolarización”: en entornos sociales y culturales en los que hay consenso sobre el valor de la educación y mucha preocupación por la equidad, las escuelas se reforman y dinamizan con la finalidad de centrarse en el éxito de cada alumno independientemente de su talento, procedencia o entorno. En este escenario, los centros educativos crean consensos en torno a lo que cada comunidad piensa y valora en términos de aspiraciones, currículum, cooperación, interacción y uso del tiempo. Siendo fundamental la preparación de cada profesor, la calidad pedagógica para el éxito de todos los alumnos se basa más en las sinergias del equipo que en eventuales virtuosismos individuales.

En este caso las TIC se orientan a obtener el máximo de cada alumno, contribuyen a que pueda desarrollar lo mejor de su potencial en términos de un amplio espectro de competencias, y ponen a disposición del profesorado instrumentos eficaces de intervención y de seguimiento con el objetivo de poner las máximas expectativas en cada estudiante. De alguna manera en este escenario no se plantea que los profesores empleen las TIC porque la capacidad de funcionar de la escuela, convertida en una empresa de aprendizaje autoorganizado, sólo es posible con estas herramientas.

Tal como les he mencionado antes, creo que estos escenarios pueden ayudar a imaginarnos por dónde podría ir en el futuro la contribución del mundo digital a la educación en base a factores de tipo social y profesional, no tecnológico. Pero ello no impide que demos un vistazo rápido a la evolución imparable de la tecnología.

En primer lugar hay que constatar que probablemente continuará el incremento exponencial de la capacidad de proceso, que permeará todo tipo de dispositivos y servicios y permitirá elevar la automatización a cotas inauditas: todo lo que técnicamente puede ser automatizado ya lo está siendo en el momento en que es  rentable hacerlo, lo que ya ahora tiene importantes repercusiones educativas sobre las que no nos podemos extenter. El ya asombroso desarrollo del almacenamiento digital (que permite cosas insospechadas, por ejemplo, actualmente, con un coste muy bajo, cada uno podría grabar su propia vida en calidad DVD) parece que va a continuar sin tregua. Los objetos inteligentes, con información relativa a aspectos como ubicación, descripción, contexto, nos permitirán usar la red para responder a preguntas de nuevo cuño sobre objetos en el espacio-tiempo (¿dónde está mi coche ahora?).

Más importante que esto en términos educativos, hay grandes desarrollos en lo que concierne la web personal (capacidad de reorganizar, configurar y gestionar contenido en línea); se están creando chips que aprenden y responden a medida que adquieren experiencia y empiezan a emerger aplicaciones con conciencia semántica. Estas proporcionarán respuestas a preguntas muy complejas que actualmente no pueden ser "comprendidas” por los ordenadores actuales. Cuando, tomado un ejemplo de actualidad, dentro de un cierto tiempo un ordenador pueda responder a una pregunta del tipo "qué líderes políticos europeos jóvenes están en estos momentos dando su apoyo a los eurobonos y porqué" ¿cómo se tendrá que redefinir el concepto de trabajo escolar? ¿Podremos entonces continuar separando la evaluación de la persona de las herramientas de trabajo intelectual que emplea para hacerlo o de la información que proporciona el seguimiento próximo de cada alumno?

En definitiva, pienso que la tecnología establecerá su propia y potente agenda, pero que su contribución a la educación estará condicionada por el curso general que siga la sociedad y por la visión predominante que ésta tenga de la educación y del papel que le asigne en su propio porvenir.

No quisiera terminar esta ponencia sin dejar de mencionar que Catalunya tiene una larga y provechosa tradición de "informática educativa" primero, desde los años 80, y luego absorbida en el concepto más general de TIC en la educación. Los desarrollos del Programa de Informática Educativa (PIE) y de la red telemática educativa XTEC, el proyecto Argo y el portal edu365, son ejemplos tempranos y a mi juicio fecundos de políticas públicas de TIC en educación. De todos modos, justo es decir que estas estrategias para la sociedad del conocimiento basadas en las dotaciones informáticas de los centros educativos y en sus infraestructuras de conectividad, en la inversión en formación del profesorado, contenidos, innovación e investigación, no se acompañaron de una adecuación normativa suficiente en los aspectos cruciales de evaluación y de seguimiento de los alumnos. A mi modo de ver, esto ocurrió no sólo en Catalunya sino que se trató y todavía se trata de un fenómeno muy general que afecta al provecho de la contribución del mundo digital a la educación.

Afortunadamente, sobre estos asuntos la Ley de Educación de Catalunya (LEC) del año 2009 ha sentado nuevas bases. No entro ahora en los aspectos generales que ya ha mencionado el secretario de Políticas Educativas del Departament d’Ensenyament en su intervención y me limito a los temas digitales y de entorno.

Señalo en primer lugar que la LEC establece la posibilidad de nuevas formas de evaluación basada en el trabajo del alumno con las TIC, de manera que estas sirvan para recoger y organizar su trabajo mediante un dosier personal de aprendizaje propio de cada alumno, tipo e-portfolio. En segundo lugar, la LEC también establece el desarrollo de un registro académico personal en formato digital como un instrumento eficaz de seguimiento del alumno a nivel individual, el cual ha de hacer posible que el profesorado esté en condiciones óptimas de dar soporte y orientación personalizadas.

Y en tercer lugar, la Ley de Educación de Catalunya es pionera en cuanto prevé que la estructura y la organización de los centros han de evolucionar definiendo entornos de aprendizaje que permitan el trabajo en red y las diversas formas de transmisión de conocimiento a los grupos clase y también las actividades individuales de trabajo y estudio, lo que abre el camino a futuros diseños en el que la arquitectura escolar, el mobiliario y la ergonomía vayan estrechamente de la mano del proyecto educativo del centro docente.

No me extiendo más. Acabo expresándoles mi convicción de que en conjunto disponemos de bases suficientes para que la evolución del sistema educativo de Catalunya se pueda orientar en el sentido del escenario descrito como “reescolarización” por la OCDE. Este escenario no es otro que el de una profunda revalorización de la educación y de la función de la escuela, con todo el potencial del mundo digital puesto al servicio del alumno y de la sociedad. Muchas gracias.

Ferran Ruiz Tarragó

www.about.me/frtarrago

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